Reseña de Estrella de dos puntas: crónica de una amistad, de Malva Flores

Albert Camus influyó más sobre Paz que sobre Fuentes y quizá sobre el segundo a través del primero. Corriente alterna, de Paz, explora el tema de la rebelión en un diálogo con un Camus elidido.

El triángulo es bastante conocido. Camus publica El hombre rebelde, donde acusa no tanto a Marx sino al marxismo-leninismo de legitimar la injusticia como el camino largo y sinuoso que con un par de giros extra y con esperanza inquebrantable desembocará en la anhelada justicia total, común. Y desde entonces, los tiempos no han cambiado mucho; ya sean modernos o posmodernos, cuando se expresa un juicio desfavorable al movimiento revolucionario en boga, los críticos oficiales de la revolución blandirán sus implacables plumas en contra del rebelde que osó desafiar a los dioses del dogmatismo revolucionario. Francis Jeanson fue el paladín elegido para escribir la reseña de El hombre rebelde en las páginas de la revista de Sartre. Decir que Sartre y Camus eran amigos sería un exceso; pero compartían más que algunas fiestas y profesaban admiración mutua aunque contenida. A la postre esa reseña, que acusaba de demasiado bien escrita y poco rigurosa a la obra del autor franco-argelino, provocaría la redacción de una carta-respuesta que Camus no dirigió a Jeanson sino al autor de El ser y la nada. Camus y Sartre heridos, por el menosprecio por un lado y por el sacrilegio por el otro, no volverían a entablar relaciones fraternales nunca más. Camus moriría enemistado con Sartre aunque sus nombres hoy en día sean casi inseparables. Un triángulo similar ocurrió entre Carlos Fuentes, Enrique Krauze y Octavio Paz. Fue la crítica del historiador hacia la obra de Fuentes, y que se publicó en la revista de Paz, Vuelta, la que terminó por romper la amistad entre las dos figuras más importantes de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX. De una manera similar al triángulo francés y de acuerdo con esta crónica de una amistad que nos ofrece la poeta, narradora y ensayista Malva Flores (Ciudad de México, 1961), Paz, en sus últimos días, pidió ver a Fuentes y éste, amargamente, se negó.

De esa manera dramática termina Estrella de dos puntas (2020). Pero el camino que el lector recorrerá para llegar a este quiebre definitivo es formidable. Inmediatamente antes de ocuparse de la muerte del poeta, Flores ofrece una plétora de las reacciones que suscitó el artículo “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”, publicado en 1988. En esa dura e imperdible crítica que Krauze le gasta a Fuentes hay señalamientos de toda índole; sin embargo, resumiré el argumento principal de una forma en exceso simplista, pero ilustrativa. Básicamente, Krauze, historiador como es, le reclama a la extensa obra de Fuentes que se apegue más a la historia y que sea fidedignamente mexicana ya que ésta juguetea con una importante cantidad de inexactitudes históricas y sociales que pueden malinformar al lector distraído. Fuentes nunca respondió ni media palabra; no obstante, se puede argüir que la obra de Fuentes habla por sí misma y, ante las exigencias historicistas de Krauze, responde, posmoderna como es: Ovlígame prro. Así lo hicieron notar varios escritores que salieron a defender el buen nombre de Fuentes, quien solo unos meses previos, en 1987, había sido galardonado con el Premio Cervantes. Flores hace hincapié en el hecho de que Paz declaró varias veces estar en favor de la crítica, incluso hacia los amigos, ya que así se enriquece en cantidad y calidad la esfera de debate en cualquier ámbito y, sobre todo, esto es indispensable en literatura. También señala que Fuentes no era tan adepto a la crítica, él prefería no criticar a los amigos. Sea como fuere, el artículo de Krauze, fue tomado por Fuentes como una traición cometida por su hermano mayor y amigo, Octavio Paz. 

Carlos Fuentes (1928-2012) es —porque sigue siendo— un novelista formidable y un cuentista aun mejor. Su obra tiene que pasar por una curaduría que rescate sus cimas y lime sus valles.

Sin embargo, antes del quiebre definitivo hubo otros desencantos relevantes entre los dos escritores. Me limitaré a mencionar dos. Uno fue en 1984 cuando quemaron una efigie de Paz, al grito de “Reagan rapaz, tu amigo es Octavio Paz” y Fuentes no lo defendió —no tomó partido— y el otro sucedió en 1970 cuando parece que Fuentes robó la idea de crear una revista a Paz. 

Respecto a los hechos de 1984 —que fueron el desencuentro emocional más relevante inmediatamente anterior a la ensañada crítica de Krauze—, fueron las declaraciones hechas por Paz en el discurso de recepción del Premio de la Paz otorgado por los libreros de Frankfurt las que provocaron la quema de su efigie. En dicho discurso, Paz solicitó elecciones libres en Nicaragua. Esta declaración no fue tomada nada bien por la izquierda oficialista en México; fue interpretada como un ataque directo a la Revolución Sandinista, la cual en ese entonces era el vértice de la siempre desesperada y casi religiosa necesidad de creer que el socialismo o alguna de sus variaciones será por fin y definitivamente la solución de las injusticias sociales.  Tres días después de la exigencia democrática proclamada por Paz, había posicionamientos de profesores e instituciones científicas y culturales en contra del poeta y frente a la embajada norteamericana en la Ciudad de México se quemó una efigie de Paz enmarcada en una televisión. Según Dominguez Michael, en un texto recogido por Flores “La quema en efigie era simbólica y repudiarla solidariamente era de una enorme importancia en el enorme espacio simbólico, también, que Paz le daba a la amistad”. Sin embargo, Fuentes no se unió al repudio solidario en favor de su amigo; se limitó a guardar silencio. Y dicho silencio fue doloroso para Paz.

Otro de los desencantos que Flores relata aconteció una mañana de septiembre de 1970. Paz, quien entonces impartía cursos en la Universidad de Cambridge, leyó en Le Monde que Cortázar, Donoso, Fuentes, García Márquez, Juan Goytisolo y Vargas Llosa habían anunciado la creación de una revista (Libre) que aparecería en 1971. A primera vista esto parece un hecho intrascendente, sin embargo, Flores expone una importante cantidad de fragmentos de cartas donde se puede ver que Octavio Paz buscaba crear una revista cuyo corazón editorial descansara en Fuentes, Tomás Segovia y él mismo. Carta tras carta se puede apreciar el empeño que, a lo largo de los años, Paz dedicó para seducir a su amigo de la necesidad y la importancia de que juntos crearan esa revista que a la postre serían Plural y Vuelta. Las cartas muestran un entusiasmo fulgurante en Paz y una condescendencia amistosa en Fuentes. Así que cuando Paz leyó en el diario francés que su proyecto editorial parecía usurpado por Fuentes, y por una pléyade de escritores que no estaban contemplados en el plan original, su reacción fue encendida. “No sé si te habrán llegado ya noticias indirectas de mi reacción. Para evitar las previsibles desfiguraciones (lo que llaman: corrupción del mensaje) te diré que me enfureció leer que se había celebrado una reunión en casa de Cortázar con objeto de fundar una revista, y que los concurrentes habían acordado invitar también, para que formase parte del Comité de Redacción, a los escritores Severo Sarduy, Jorge Semprún y Octavio Paz. […] Es como si se me invitase a comer un plato que yo mismo preparé.”, le escribió Paz a Fuentes.

Octavio Paz (1914-1998) destaca por sus ensayos, siempre agudos y cuidadosos, y por su poesía. No puedo hablar mucho de su poesía, ya que no soy buen lector de poesía.

Quizá la deslealtad más fuerte de Fuentes hacia Paz fue la posible usurpación de su proyecto de revista; por el lado de Paz, sin duda fue haber aceptado publicar en Vuelta la violenta crítica de Krauze hacia Fuentes. Sin embargo, las desazones no faltaron en su larga amistad. Aparte de lo ya mencionado, Flores da cuenta del silencio de Fuentes cuando el gobierno de Echeverría dio el golpe al periódico Excélsior y Paz renunció a Plural en solidaridad a Julio Scherer García. Estrella de dos puntas también detalla las posiciones divergentes que sostenían tanto el novelista como el poeta sobre varios sucesos, tales como el régimen cubano, el gobierno de Luis Echeverría o la Revolución Sandinista. Además, Flores también deja constancia de la crítica que lanzó Elena Garro a la obra de Fuentes mientras fue esposa de Paz. También, y es importante decirlo, en los primeros capítulos del libro, Flores hace un gran retrato de la personalidad incontenible de Elena Garro y su influencia en la vida de Paz.

De esta forma Estrella de dos puntas hace un uso riguroso de las fuentes disponibles, así como de la entrevista, y logra poner en manos del lector un libro que no solo expone la amistad y enemistad entre Fuentes y Paz, sino que dibuja la constelación de personajes y círculos literarios —en especial las muy diversas revistas nacionales e internacionales que fueron protagonistas de la vida cultural de aquellos años— que fueron satélites y centros de gravedad cercanos a estas dos figuras. La claridad de la prosa, en la cual no hay rastro alguno de Malva Flores sino una constante e implacable búsqueda de objetividad crónica, aunado al valor histórico que produce esta reconstrucción de la relación de Paz y Fuentes ha valido que Estrella de dos puntas ganase el Premio Mazatlán de Literatura 2021. 

MALVA FLORES, POETA, ENSAYISTA Y NARRADORA
Fue peculiar que la primera vez que entré a la biblioteca del CIDE, en mayo de 2018, con ganas de leer algo que solo pudiera encontrar ahí, también fue la primera vez que leí a Malva Flores. Me encontré la revista Cuadernos Latinoamericanos, la abrí y me encontré un ensayo sobre Camus, Fuentes, Paz y la rebelión. Lo leí con gran gusto —primera y última vez que leí con gusto en esa biblioteca— y quedé prendado. Dos años después me enteraría que es el primer capítulo —quizá con cambios menores— de Estrella de dos puntas.

Resulta curioso, mas no sorprendente, que el periplo amistoso de dos de los más destacados escritores mexicanos comenzara en los salones de fiestas de París. Ahí tuvieron por primera vez noticias el uno del otro, a la sombra de las dos grandes estrellas de aquel momento que asistían a las mismas reuniones, Camus y Sartre. Nadie se hubiera atrevido a imaginar que el destino de leyenda y enemistad de los franceses se repetiría en el sino de los mexicanos, como si el caprichoso destino tuviera a bien renacer en otra tierra, tierra de matanzas, abandonos y sacrilegios, donde todo se comunica y transfigura, tierra de absurdos para que el cielo siga teniendo sentido, tierra adonde yo soy tú somos nosotros, tierra mexicana, tierra nuestra. 

Admirador de Fuentes y Paz, me fue imposible no escribir sobre este libro.

Publicado por Luis David

Literatura y Políticas públicas

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