Nihilismo feminista

En el descontrolado impulso de la literatura por revelar la quintaesencia del ser humano, hemos tenido la suerte de degustar los magníficos trazos que Tolstói usó para dibujar a Ana Karenina, hemos realizado no pocos estudios sobre la inteligencia de Hamlet, nos hemos aterrado al ver cómo el amor se puede transfigurar en el más profundo odio dentro del cuerpo de Medea. Tal parece que la humanidad en su conjunto está bien representada dentro de sus personajes literarios; sin embargo existe una ausencia entre los grandes personajes de ficción: una mujer nihilista de gran calado.

Sin embargo, no se puede encontrar la figura de una mujer nihilista que resista una comparación, en tanto que logro estético, con alguno de los grandes personajes nihilistas de ficción por antonomasia —Edmond, Raskólnikov, Kirilov, Meursault, Hamm—. Cuando se habla de personajes nihilistas, son hombres quienes generalmente desempeñan ese papel dentro de las ficciones. Argumentar que las condiciones históricas son las responsables de tal situación es una futilidad. Más valdría preguntar si no existe dicho personaje debido a que las mujeres somos incapaces de experimentar un nihilismo de las mismas honduras que los hombres o ha sido una impericia por parte de los escritores, quienes no han podido retratar con suficiente nitidez las entrañas del nihilismo femenino.

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Tratando de legitimar la segunda de estas opciones, he buscado a las figuras femeninas más conspicuas como creación estética y que posean el atributo nihilista. Encontré en Lady Macbeth un terrible nihilismo y un sorprendente poder de seducción sobre el lector. Si bien dentro de la literatura existen varios ejemplos de mujeres nihilistas, la pregunta que indaga este ensayo es la razón por la cual ninguna de estas figuras ha alcanzado una cumbre estética comparable a sus semejantes masculinos.

Los personajes pueden acceder a la condición nihilista a través de varios caminos, mas me detendré tan solo en dos, que se traslapan necesariamente, sin embargo se puede y es conveniente distinguirlos. Por un lado tenemos personajes que alcanzan el calificativo nihilista por medio de la perversidad y las atrocidades, ya que así niegan toda posible trascendencia; se hermanan con el lamento expresado por Iván Karamazov: Si Dios no existe, todo está permitido. Dentro de esta clase de personajes encontramos al seductor Edmond, al furioso matrimonio de los Macbeth, al indolente Pozzo, al desalmado Anton Chigurh; nihilistas perversos. Por el otro lado están los personajes que llegan al nihilismo —como decía Nietzsche respecto de Hamlet— no por pensar demasiado, sino con demasiado tino. Razonadores que deducen la vacuidad de todo intento de trascendencia; dentro de este tipo de nihilistas se encuentran el propio Hamlet, Raskólnikov, Meursault, Hamm, por mencionar a los más notables nihilistas razonadores.

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Francesca Annis como Lady Macbeth en el film de Roman Polanski.

Lady Macbeth es uno de los grandes personajes shakespeareanos y sin lugar a dudas es una nihilista cabal del tipo perverso. Ella cierra el paso al remordimiento, a los escrúpulos y a la lástima; se deleita en sus atrocidades. Su protagonismo y su carácter son tan fuertes que Shakespeare tuvo que excluirla de los dos últimos actos de su tragedia —con la breve excepción de un instante de locura—, porque hubiera eclipsado al Rey Macbeth. ¿Quién hubiera derrotado al sanguinario Rey con el vigor de su esposa sosteniéndolo? La dupla hubiera conseguido todo. Pero no, Lady Macbeth enloqueció por motivos argumentales, porque la obra se basó en la historia del Rey Duncan y el usurpador Macbeth; y la fuerza de la esposa de este último hubiera desvirtuado la verosimilitud de la tragedia. Ella es quien infecta de nihilismo a Macbeth en un principio y sin embargo no alcanza a llegar a la razonada nadería que alcanza éste. Los Macbeth inician su nihilismo por el camino de la perversión y solo él alcanza un estadio del nihilismo razonado. Mientras Macbeth termina comprendiendo la vida como un cuento lleno de ruido y de furia contado por dos idiotas sin ningún significado —maravillosa y acertada apreciación—, Lady Macbeth termina en la locura y el suicidio. Shakespeare no le otorgó la misma inteligencia a sus dos protagonistas, por los motivos que hayan sido, lo cual está bien. Ya bastante inusitada y casi insoportable es la capacidad de invención shakespeareana como para que hubiese creado a la única nihilista capaz de rivalizar con los personajes de Dostoyevski y Beckett. Pero Shakespeare sí creo grandes nihilistas: Edmond y Hamlet, quienes reverberan tanto en Dostoyevski como en Beckett y en tantos más. ¿Si Shakespeare hubiera dotado de más inteligencia a Lady Macbeth, entonces algún otro genio nos hubiera otorgado una Raskólnikov? Probablemente sí. Tomando en cuenta la falta del arquetipo shakespeareano, ¿por qué no se ha creado a la gran mujer nihilista? ¿Acaso las mujeres no somos capaces de experimentar la nadería razonada de Hamlet, ninguna de nosotras posee ese acertado razonar? ¿Estamos en verdad atadas al pragmatismo de esta tierra por los lazos de sangre de la procreación o la ceguera de los escritores así nos ha representado dentro de la literatura? Si los escritores no han podido retratar a la gran mujer nihilista por impericia, sólo habrá que tomar esa empresa y dedicarle el mayor de nuestros esfuerzos y con suerte dentro de algunas generaciones, tendremos un o una Dostoyevski o Beckett que logre esa creación. Si las mujeres no poseemos esas honduras metafísicas, habrá que alegrarnos y estudiar, con base en la mujer, un posible remedio contra esa indisposición del alma que es el nihilismo.

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Throne of Blood del director Akira Kurosawa es considerada por muchos la mejor adaptación cinematográfica de la tragedia de Macbeth de William Shakespeare. También en esta película tenemos a una de las mejores interpretaciones de Lady Macbeth: la gran aactriz Isuzu Yamada.

Generalmente la mujer en la literatura está atada a su sexualidad; si llega a alcanzar el límite intelectual donde la lógica se trastoca en absurdo o alcanza una inocente perversidad, esos actos se interpretan como “locura” o “histeria”, una interpretación nihilista es poco analizada. Hay que quitar ese tipo de estigmas y seguir —sin soslayar a Shakespeare— a unos cuantos escritores que han logrado representar de manera sólida a mujeres nihilistas, para llegar a la meta de la gran mujer nihilista. De entre dichos escritores, menciono solo unos cuantos: Faulkner con Addie Bundren, Nabokov con Lolita y Tolstoi con María Vasilevna.

 

Autora invitada de esta entrada: Éleonor G.

Publicado por Luis David

Literatura y Políticas públicas

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